Nos
habíamos propuesto pasar unas navidades distintas, y desde luego al final lo
conseguimos. Cansados de tanto polvorón, tanta sidra, tanto comer y tanto
beber, al final decidimos coger el coche, alquilar algunos hostales de
carretera y conocer el norte de España en profundidad. De lo que se trataba era
de disfrutar con la conducción de nuestro vehículo mientras gozábamos de un
paisaje precioso, bello, espectacular e increíble. Y así lo hicimos, al menos
durante la primera parte de este viaje.
Y
decimos bien, primera parte, porque cuando estábamos transitando por Santander
una pieza del coche decidió que ya había llegado la hora de hacerse notar, y
acabó rompiéndose. Imaginaos la papeleta: a cientos de kilómetros de casa, sin
saber a dónde llevar nuestro turismo y con la sensación de que los planes que
habíamos hecho se venían abajo. Menos mal que la tecnología acudió a nuestro
rescate.
En
efecto, gracias a la tarifa de datos del móvil pudimos encontrar un sitio donde
vendían piezas de desguace en
cantabria. En concreto este lugar se llamaba Desguace reto, y como nos
encontrábamos cerca de donde estaba cogimos un taxi y nos desplazamos hasta
allí. Y la verdad es que el stock del sitio, sumado al buen precio que nos
pidieron y a la garantía que nos dieron fue suficiente para convencernos de que
era la opción correcta, la más barata y sobre todo la más rápida.
Solucionada
la avería en un taller cercano seguimos la ruta. No vamos a pormenorizarla
toda, pero sí os diremos una cosa: Románico. En efecto, en ningún sitio como en
éste (bueno, quizás en la zona catalana) se pueden contemplar tan bellos y
formidables ejemplos de la arquitectura románica. Esas pequeñas iglesias con
sillares enormes, muros gruesos, ventanas pequeñas y arcos de medio punto
jalonaban el Camino de Santiago, se veían por todos los lados, se convertían en
el recurso por excelencia de una población determinada... Fue una de las cosas
que más nos gustó.
La
otra, como podréis imaginar, fue la gastronomía. Es increíble la oferta que en
estas tierras se puede encontrar: pescado, carnes, quesos, postres deliciosos,
panes humeantes y recién horneados, etc. De hecho todavía tenemos metido en las
fosas nasales el aroma intenso del pan de pueblo, calentito y sabroso. Y aunque
es obvio que no todo fue comer, beber y ver iglesias, sí que lo es que al menos
esa parte la vamos a consolidar como un recuerdo imborrable para el resto de
nuestras vidas.
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