miércoles, 23 de enero de 2013

Viajar con el coche por el norte de España



Nos habíamos propuesto pasar unas navidades distintas, y desde luego al final lo conseguimos. Cansados de tanto polvorón, tanta sidra, tanto comer y tanto beber, al final decidimos coger el coche, alquilar algunos hostales de carretera y conocer el norte de España en profundidad. De lo que se trataba era de disfrutar con la conducción de nuestro vehículo mientras gozábamos de un paisaje precioso, bello, espectacular e increíble. Y así lo hicimos, al menos durante la primera parte de este viaje.
Y decimos bien, primera parte, porque cuando estábamos transitando por Santander una pieza del coche decidió que ya había llegado la hora de hacerse notar, y acabó rompiéndose. Imaginaos la papeleta: a cientos de kilómetros de casa, sin saber a dónde llevar nuestro turismo y con la sensación de que los planes que habíamos hecho se venían abajo. Menos mal que la tecnología acudió a nuestro rescate.
En efecto, gracias a la tarifa de datos del móvil pudimos encontrar un sitio donde vendían piezas de desguace en cantabria. En concreto este lugar se llamaba Desguace reto, y como nos encontrábamos cerca de donde estaba cogimos un taxi y nos desplazamos hasta allí. Y la verdad es que el stock del sitio, sumado al buen precio que nos pidieron y a la garantía que nos dieron fue suficiente para convencernos de que era la opción correcta, la más barata y sobre todo la más rápida.
Solucionada la avería en un taller cercano seguimos la ruta. No vamos a pormenorizarla toda, pero sí os diremos una cosa: Románico. En efecto, en ningún sitio como en éste (bueno, quizás en la zona catalana) se pueden contemplar tan bellos y formidables ejemplos de la arquitectura románica. Esas pequeñas iglesias con sillares enormes, muros gruesos, ventanas pequeñas y arcos de medio punto jalonaban el Camino de Santiago, se veían por todos los lados, se convertían en el recurso por excelencia de una población determinada... Fue una de las cosas que más nos gustó.
La otra, como podréis imaginar, fue la gastronomía. Es increíble la oferta que en estas tierras se puede encontrar: pescado, carnes, quesos, postres deliciosos, panes humeantes y recién horneados, etc. De hecho todavía tenemos metido en las fosas nasales el aroma intenso del pan de pueblo, calentito y sabroso. Y aunque es obvio que no todo fue comer, beber y ver iglesias, sí que lo es que al menos esa parte la vamos a consolidar como un recuerdo imborrable para el resto de nuestras vidas.

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